Ignacio MUCIENTES MUCIENTES

Ingeniero Agrónomo

Decano del COIACLC

 

La esperanza de vida se ha incrementado considerablemente en los últimos cinco lustros gracias al progreso y avance experimentado en nuestros trabajos y en nuestra vida familiar, que redunda en una mejora de la calidad de vida; y ésta a su vez en la edad. Nuestros abuelos vivieron unos años, nuestros padres un pocos más y nosotros viviremos todavía muchos más.

Por un lado, debemos tener en cuenta que el mercado laboral es caprichoso; presenta unos picos al alza y a la baja, que son el fiel reflejo del contexto económico globalizado en el que nos movemos.  No conviene olvidar que vivimos en un mundo muy complejo en constante evolución y que está reservado para los más aptos, válidos, competentes y mejor capacitados. Por otro, los recién titulados buscan insertarse en el mercado laboral a la mayor rapidez posible y eso hace que muchos de ellos no incrementen su formación con nuevos estudios y que opten por “picar” dentro del mismo. Así, hoy en día, nos encontramos con un número elevado de diplomados y licenciados que han sido trabajadores por cuenta ajena, autónomos y funcionarios. Hoy se valora que la gente haya pasado por diferentes firmas y desarrollado dentro de ellas distintos trabajos de cierto nivel. Atrás quedaron los años en los que las personas que empezaban a trabajar en una empresa realizaban su carrera en ella para siempre.

La realidad del mercado actual hace que se intente en uno u otro sector o tipo de trabajo buscando siempre un incremento de rédito económico o una ergonomía en la realización del mismo. No se engaña a nadie cuando decimos que los sueldos son los que son y que hay que echar horas para llevar el jornal a casa. Para cuando nuestros jóvenes perfectamente preparados se quieran dar cuenta se ha agotado un tiempo importante y, centrándonos en la actividad agraria y a la hora de solicitar ayudas a la incorporación al sector, muchos de ellos no podrán incorporarse o si lo consiguen llegarán súper-ajustados. (La definición de “joven agricultor” corresponde a una persona de edad comprendida entre los 18 y los 40 años).

Una última reflexión: si la esperanza de vida se ha incrementado, si tenemos jóvenes bien preparados técnicamente y con suficiente experiencia laboral que quieren apostar por el sector agrario, ¿por qué no proponer que se incremente la edad de incorporación al sector agrario hasta los 45 años?

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